Entrevista a Eduardo Mendoza (El Mundo)
‘La verdad sobre el caso Savolta’, una de las obras capitales de la literatura contemporánea española, cumple 50 años y Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) hace memoria en una cafetería en el centro de Madrid. No le cuesta nada, sigue en activo, hecho un pincel y con la lucidez de siempre pese a que no reniega del paso del tiempo «La procesión va por dentro. Esta es una novela que está muy presente y se van haciendo ediciones nuevas cada poco, pero lo que de verdad me impresiona no son los 50 años del libro, son los 50 años de mí. Ese es el problema, el libro ya se apañará», se ríe.
Al menos han sido 50 años bien vividos.Muy bien vividos. No tengo ninguna queja y estoy encantado de la vida. Lo cierto es que a mí me habría pasado el tiempo igual y no tendría un libro por el que siento un cariño muy especial. Es una novela que escribí con toda la inocencia y una libertad absoluta porque no sabía si me la iban a publicar y asumía que, si con suerte lograba que saliera, no la leería nadie. Lo escribí pensando qué iba a hacer cuando fracasara.No fue su mejor momento como adivinoNo, por suerte encontré otro trabajo. A ‘El caso Savolta’ lo quiero como a un primer hijo aunque realmente no lo fuera. Ya había tenido otros que había ido abandonando, tirando o enviando a la inclusa porque realmente no eran buenos. Incluso había llevado a editoriales una novela corta de humor que no quisieron publicar, afortunadamente.¿No ha tenido la tentación de recuperarla nunca?No, al revés. Me deshice de ella, la quemé, la destruí precisamente para no tener la tentación. Entonces, con ‘El caso Savolta’ no esperaba gran cosa, pero tuve la suerte de que cayó bien… y también la desgracia de que me encontré con que la primera novela ya creaba unas expectativas inauditas. La crítica decía: «Está renovando la literatura española». Y yo pensaba: «Madre mía, yo no quería renovar nada, sólo pretendía escribir un libro». Y luego la etiqueta esa de «la novela de la Transición», parecía que la Transición dependía de lo que yo fuera a escribir a partir de entonces. Por suerte en ese momento vivía fuera, en Nueva York, y esto no me afectó demasiado. Si hubiera vivido en España, lo habría pasado mal.Usted la escribió estando Franco aún vivo.Sí, pasó censura y todo, pero justo en el momento en que muere Franco aparece esta novela y se convierte en la primera de la Transición. Además es una novela gorda, ambiciosa, con contenido político, la recuperación del anarquismo y los movimientos sociales… Tenía los ingredientes para hacer este papel de símbolo que fue totalmente fortuito, pero ahí está. Me vino muy bien, pero también me creó una responsabilidad que yo no estaba dispuesto ni preparado para asumir. Pensé: «¿Ahora qué hago?». La presión era literaria, a nivel personal no pasó nada porque en aquellos años ser un escritor reconocido era ser absolutamente nada. Nadie me conocía por la calle ni sabía quién era. ¿Qué escritores famosos había entonces? Cela, Delibes y ya. Tampoco te daba dinero porque se vendía muy poco. En mi caso, mucho más de lo que yo pensaba, pero nadie vivía de maravilla por escribir.¿Recuerda lo que vendió entonces con ‘El caso Savolta’?Unos 7.000 ejemplares, pero es que 2.000 ya era un best seller. 7.000 era lo nunca visto y podía representar unas 14.000 pesetas, que era una pasta pero no te cambiaba la vida. Literariamente, me quedé un poquito cohibido por las expectativas. Había empezado ya a escribir otra cosa, pero paré porque no sabía cómo seguir. Hasta que, así lo tonto, escribí un poco como divertimento ‘El misterio de la cripta embrujada’, que era algo muy distinto, mucho más ligero y ahí ya me tranquilicé. Después ya pude escribir otra novela ambiciosa como ‘La ciudad de los prodigios’.Hay pocos escritores que hayan mezclado tan bien la alta literatura con la ligera.Me ha salido así. Voy combinando novelas más ambiciosas con chascarrillos. Antes los escritores escribían dramas y comedias sin problemas, Calderón de la Barca, Lope de Vega… Combinar las dos cosas no me parece tan disparatado. He ido escribiendo novelas serias con éxito variable, en cambio las comedias ligeras me salen solas, me divierte escribirlas y se venden como churros. Me permiten comprar lo que más valoro, que es tiempo, ser mi propio jefe, hacer lo que me dé la gana y dedicarme a lo que me gusta. Eso es gracias a ‘Sin noticias de Gurb’.A veces, parece que a los grandes escritores les diera vergüenza reconocer que quieren vender muchoVender es importantísimo, es un objetivo fundamental. El día que decides dejarlo todo y dedicarte sólo a escribir, lo primero en lo que tienes que confiar es en que tus ideas se van a vender, porque tienes una familia y es una decisión complicada. El dinero es fundamental porque los novelistas, por más que vayamos de artistas, también pagamos facturas. El piso, la electricidad, el teléfono, los colegios de los niños… ¡Bueno, bueno, bueno! Y además no hay forma de cobrar en negro porque nos delatamos en la propia promoción de los libros: «50.000 ejemplares vendidos», en letras bien grandes [risas].
Le escuché una vez decir que le hubiera gustado ser apolítico, pero que nunca lo ha logrado.Sí, al final la política siempre asoma de algún modo. Lo que he intentado siempre es estar en la calle, abiertamente político sólo he escrito algunos artículos de periódico y un librito sobre Cataluña en la época difícil del ‘procés’. No tanto para tomar postura, que mi posición sobre el nacionalismo como algo anacrónico ahí está, como para explicar en el extranjero lo que estaba sucediendo. Me llamaron de la BBC, me preguntaban sobre lo que pasaba en Cataluña y no tenían ni idea, no entendían nada, estaban todavía con la Guerra Civil y con Franco. Quería explicarles que la gente que estaba metida en esto, a favor o en contra, no saben quién era Franco, no saben quién era Adolfo Suárez, nacieron con Aznar con suerte. Quitando ese ensayo, en las novelas no es tan evidente, pero siempre procuro que algún reflejo de la realidad esté en ellas.¿Qué opina el autor de ‘la novela de la Transición’ sobre todo el debate sobre ella que existe actualmente?Yo tengo el concepto más alto de la Transición que se puede tener. En ese momento imaginábamos todos los escenarios que se podían dar, los buenos, los malos y los regulares, y el que se acabó dando fue fantástico, lo mejor que podía pasar. Porque la gente ahora olvida que se estaba enhebrando una aguja muy fina, que había serias posibilidades de que todo saliera fatal. Como ya tengo muchos años y soy el viejo que cuenta batallitas, esta mañana cruzaba Alcalá y recordé que en aquella época, cruzando esta calle con un amigo, nos encontramos con uno de esos grupos de ultraderecha que campaban por la ciudad y tuvimos que huir como pudimos para que no nos dieran una paliza. Ahora te asaltan para hacerte un selfie y antes te asaltaban para darte palos. Hemos salido ganando muchísimo, diría.Hombre, eso está claro.Por eso a la gente que se queja de la Transición desde la comodidad de 50 años de democracia le diría que fuera más generosa con lo que se logró en aquellas circunstancias. Que piense en la situación de la que se salía y valore lo bien que estamos ahora en buena parte gracias a lo que se hizo entonces. Escucho demasiado que España está fatal, que todo es un desastre, que en otros países se vive mejor y es mentira, no me canso de decirlo. Hasta hace muy poco vivía a caballo entre Barcelona y Londres, he vivido mucho en Estados Unidos, conozco bien Alemania, he trabajado en Suiza. Vete a ver cómo se vive allí y mira cómo se vive aquí. Ya verás qué sorpresa.Ya se discute hasta el Estado del Bienestar.Sí, me divertiría que estos fans de Trump o de Musk tuvieran un día un problema leve de salud en Estados Unidos . Tengo un amigo americano con residencia en España que tuvo un problema de corazón y la seguridad social se lo ha tratado, operado y solucionado gratis. Cuando acabó, se informó de cuánto le habría costado de vivir en Estados Unidos: más de un millón de euros que, por supuesto, no tiene. Habría muerto o habría atracado un banco.En España tenemos lo nuestro. Hay un repunte del franquismo entre los jóvenes.Bueno, ellos hablan de Franco, pero no es franquismo porque es como si yo dijera qué bien se vivía en tiempos de Primo de Rivera. Es hablar por hablar. Lo que está de moda entre un sector de la juventud es discutir la democracia por ir a la contra y porque es verdad que lo tienen mal en muchos aspectos. Yo crecí en una España nefasta, pero cuando acabé la universidad encontré trabajo y cuando cobré el primer sueldo alquilé un piso céntrico en Barcelona. Y vivía razonablemente bien, cobraba una mierda, pero me daba para eso, para copas, para cenar fuera, para comprarme ropa e ir guapo por la vida. Ahora eso no sucede y están acojonados y cabreados, por eso se apuntan a cualquier cosa que les suene a ir contra el sistema: pasa con la extrema derecha como pasó con el independentismo. El 80% de los que salían a la calle habrían salido por cualquier cosa. Podían sacar banderas, podían quemar unos contenedores y soltar cabreo.Ahora se habla de Franco sin parar y, en realidad, es una etapa que, por ejemplo, apenas hemos estudiado los nacidos en democracia.El franquismo, la Transición y lo que luego se ha llamado el desencanto, no se estudia y nadie los ha explicado bien. Eso sí ha sido un error. Yo nunca me he desencantado con la democracia que hemos logrado. Creo que hemos vivido una buena época y en cierto modo la seguimos viviendo, lo que pasa es que la estamos descuidando. Para el Estado del Bienestar es muy importante la tranquilidad, poder salir a la calle sin mirar hacia los lados por si te meten en un coche y te secuestran como pasa en tantísimos países. Hasta ahora, España siempre ha mantenido esto por más que han ido cambiando los gobiernos. Ha habido un acuerdo en que él sistema era innegociable. En Italia siempre me decían qué ejemplo político es España porque gobernaba el PSOE, gobernaba el PP y no pasaba absolutamente nada grave. Esa estabilidad, esa continuidad, ha sido una maravilla y no sé si ahora seguimos en esa misma idea.¿Le preocupa que caigamos en la inestabilidad?Sí, porque tenemos un Gobierno con muchos problemas para poder gobernar por su composición y una alternativa difícil porque si gana el PP lo va a tener igual de complicado y, además, por ahí entraría la extrema derecha. No sé qué pensar, la verdad es que no entiendo nada. La inmigración es un problema muy grande y sobre todo muy localizado en algunas zonas y sectores sociales. En el barrio donde yo vivo, inmigrantes hay pocos, son encantadores y somos todos amigos. Para mi es muy sencillo decir que está todo bien, pero donde está el núcleo duro, en algunos pueblos y zonas industriales, hay un conflicto serio de intereses y de culturas. Y la izquierda ha dejado un poco de lado a la clase obrera, que era su cliente. Ya no hay lucha de clases. Claro, la clase obrera está en China.Cuando uno sale en los libros de texto, ¿se siente eterno?En absoluto. Lo de los libros de texto y ser lectura obligada en los institutos es lo más importante que me ha pasado porque significaba que cada año había miles de lectores que tenían que pasar por caja [risas]. Además implica que varias generaciones han empezado a leer conmigo. Me he encontrado con muchísima gente que me dicen: «El primer libro que leí era tuyo». Y no sólo esto, incluso escritores: «Yo decidí que quería ser escritor porque leí en el colegio tu novela». Qué responsabilidad, ¿no?Bueno, el ego lo agradecerá.No, porque además, sobre esas historias del legado, yo creo que ahora hay un fenómeno nuevo: cuando un escritor se muere desaparece por completo.Del libro no le borran.Pero no te leen. Habrán salido otros y se acabó. Lo he podido comprobar porque soy el último que queda de una generación que éramos los que estábamos totalmente presentes y según se han muerto, se olvidan. Ahora ya me llevan a los sitios como al hombre de Atapuerca porque, claro, yo traté a García Márquez, era amigo de Vázquez Montalbán, de Marsé, de Javier Marías, de Juan Benet… Ya no queda nadie, pero ¿sabes qué?¿Qué?Cuando yo me muera, que hagan conmigo lo que les dé la gana, que me olviden, me borren y consideren lo que quieran. Me da lo mismo. Y para mis hijos es mejor que desaparezca porque es muy malo andar cargando con la momia del viejo.